En defensa del Pop

wannabe groncho
4 min readJul 2, 2015

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La música es puro marketing. No solo el Pop. Toda la música.

Porque uno quiere conocer los gustos musicales de otra persona para conocerla mejor? Porque la gente usa la música como forma de expresión, de mostrar su individualidad, y para esto buscan identificarse con el artista, la letra de las canciones, la estética, la mística y también la música propiamente dicha: el sonido.

La música es una industria y las canciones, discos y artistas son productos, y como tales están regulados por las garras del mercado, en mayor o menor medida. Si analizamos a estos como lo que son, productos, de la misma manera que podemos analizar un iphone o un paquete de fideos, podemos descomponerlos en los distintos factores que son atractivos para el consumidor: la apariencia del artista, los video clips, el arte de los discos, las letras de las canciones y el sonido propiamente dicho. Y este último, en su esencia más despojada, es solo una parte más del conjunto.

A muchos les molesta esta realidad, pero si se analiza al 99% de la música esta conclusión es inevitable: no existen artistas que no cuiden la totalidad del producto que ofrecen. El 1% restante que no se preocupa por estas cosas está compuesto por los músicos del subte (salvo que editen discos, ahí pasan a estar dentro de la industria).

En principio no veo nada de malo con esto. Me gusta consumir bandas-producto o discos-producto y apreciarlos como tales. Me gusta que Rage Against the Machine sea violencia pura y que Babásonicos sea cool. Pero también me gusta consumir música por el puro sonido, lo más despojado de los otros elementos contaminantes que sea posible.

Ahí es donde veo el problema: me parece dificil, desde un punto de vista de las probabilidades, que una banda o un artista pueda producir un sonido impecable sin que este sea perjudicado por la atención que le dedican a los otros elementos de su producto. Me parece igualmente dificil encontrar al artista/s que reunan todos los requisitos que demanda la industria y puedan encima garantizar un sonido excepcional. El marketing interfiere con el sonido. Los artistas con su ego se comen el personaje y al revés. Salvo por Michael. Michael era el puto paquete completo.

Para los que disfrutamos del sonido por el puro placer del mismo, sin ningún tipo de presión social, atadura ideológica o cultural, esto parecería problemático. Como conseguir músicos sin que su ego interfiera con su sonido? Pero ahí es donde entra al Pop a salvarnos.

El Pop, el producto por excelencia de la industria musical, la gallina de los huevos de oro, parecería a simple vista el más susceptible de fallar en este campo: el Pop no es más que marketing, dirán los superficiales, que no pueden ver más allá del maquillaje de Britney. Y que hay atrás del maquillaje? GENIOS musicales. Productores de la san concha de la lora. Melómanos de alma. Tipos que estudiaron en las mejores universidades. Artistas a los que les parece fenómeno mezclar una base de reggaeton con un bajo funk. Músicos sin prejuicios. Nada de snobismos ni pavadas del estilo “eso es música de boliche”.

Y lo mejor de todo? No les interesa su imagen. No les interesa mostrar como se visten, sus hábitos extravagantes, sus pasos de baile, ni siquiera les importa que su nombre aparezca en la tapa del disco. No quieren transmitir un mensaje, no militan ninguna causa. Solo quieren hacer música hermosa. Que te llegue. Que la escuches treinta segundos en el kiosco y después la estés cantando esa noche en la ducha. Que te sorprenda un sintetizador en el momento preciso, que te estalle el cerebro con una línea de bajo. Solo les importa el sonido. Y facturar como hermosos cerdos capitalistas.

Todo esto trabajando en conjunto con la estrella Pop. Britney pone la cara, los pasos de baile, el glamour. Y la voz, nada que no se pueda procesar con un poco de laburo de estudio.

Este es el valor agregado que tiene el Pop, y que no tienen el resto de los géneros músicales: una separación clara de las funciones, una especie de especialización industrial del trabajo que asegura que no haya interferencias que perjudiquen la calidad del producto final. Y el círculo cierra perfecto: los dólares entran en catarata, los productores laburan en estudios con más tecnología que la NASA, Britney se llena de seguidores y los amantes del sonido disfrutamos del arte.

Cualquiera que haya intentado pegarla con el Pop te lo puede decir: hacer Pop es díficil. Y es lógico: mueve millones, hay mucha competencia. Si fuera fácil, ya me habrían escuchado a mi en la radio y yo mientras me estaría paseando en mi jetski por el tigre (hay que soñar en grande). Esa es una gran garantía de que a la cúpula del Pop solo llegan los mejores.

Dejo acá esta joya de Britney que redescubrí hace poco.

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